lunes, 31 de octubre de 2011

Orgullo y rencores.

Aquel día y aquella estación. Yo, una estúpida ilusa. Yo, sentada en el banco de aquella estación de tren esperándote. Habíamos hablado un par de días antes y me habías dicho que volvías a la ciudad y que querías quedar. Querías volver a verme después de todo este tiempo. Hasta me insinuaste que te fuera a recoger a la estación, que llegarías sobre las cinco. Pero mi orgullo no me permitió decirte un simple si. Tan solo te dije que estaba muy ocupada y que cuándo tuviera un hueco te llamaría. Te quedaste en blanco y te despediste brevemente. Pero esa llamada me hizo pensar demasiado, mucho más de lo que me habría gustado. Y dejando a un lado los rencores y las putadas que me hiciste unos años atrás, esos días mi memoria solo recordaba los buenos momentos contigo. Y es que quitando esos últimos malos meses juntos, contigo los buenos abundaban. Se me pasaron tantas cosas por la cabeza en esos dos días que media hora antes me arreglé un poco, me puse esa camiseta que tanto te gustaba y me fui. Dispuesta a ir a buscarte, desapareciendo mi orgullo repentinamente y sin saber muy bien lo que iba a decirte. Y alli me planté en aquel banco, a esparte. Pero las horas pasaban y tú no aparecías. Te llamé varias veces sin respuesta. Y es que se me había olvidado que yo no era la única que tenía orgullo y que tú, tenías demasiado. Entre el orgullo y los rencores. Tú y yo. Como siempre.

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