lunes, 8 de agosto de 2011
Tristeza.
Una ciudad. Una calle y demasiada gente. Gente con prisa que va a algún lugar, alguien los espera o por lo menos eso es lo que aparenta. Y entre todos ellos estás tú. Perdida, desorientada y sobre todo confundida. Sin ganas de regresar a ningún sitio en el que conozcas a alguien por miedo de enfrentarte a la realidad en la que vives. Un billete de veinte euros en el bolsillo y una mochila con un par de mudas, lo único que te ha dado tiempo a coger. En ese momento solo necesitabas huír. Olvidarte de todo lo que ha ocurrido en las últimas horas, una noticia que te ha dejado demasiado jodida. Digamos que a nadie le sienta bien una pérdida como esa, lo que pensabas que era todo ha desaparecido de tu vida y lo peor es que ahora ya no hay manera posible de arreglarlo. Coges el primer bus y buscas ese lugar. Te sientas en el banco de aquel parque en el que os soliais sentar cada tarde antes de que todo esto pasara y sin poder remediarlo lloras sin control.
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